La luz cálida del estudio ilumina mi escritorio mientras me recuesto en mi silla con una sonrisa. Con el té chai aún humeante a mi lado, empiezo a responder esta primera pregunta que, para ser sincera, ¡me llena de entusiasmo!
¿Cuáles fueron tus principales inspiraciones para la obra?
—Bueno, ¿por dónde empezar? Digamos que la inspiración para Hijos del Invierno viene en tres intensas dosis: música, mis obsesiones nerd, y… la pura esencia humana.
La música es mi musa secreta. A veces, voy manejando, cantando como si nadie me escuchara, y de pronto algo hace clic. Es mágico, como si mi cerebro dijera: «Esa canción es perfecta para este personaje». Y otras veces es al revés, una canción que me conmueve de repente abre paso a la historia de un personaje que no había visto venir. La música tiene esa capacidad de darle vida a cada latido de esta saga.
Luego, están mis amadas sagas y películas. Les confieso que soy una «nerd» de pies a cabeza. Me pierdo y me reencuentro en esos mundos ajenos y fascinantes, en los que otros autores o directores han puesto su corazón. Me atrevería a decir que en algunos momentos de Hijos del Invierno hago un pequeño homenaje personal a esos universos, y sí, a veces incluyo algún pequeño guiño, una especie de saludo entre fanáticos. Por ejemplo, les cuento que Hércules de Disney (sí, esa misma) me inspiró escenas en la saga. No lo puedo evitar; mi helado corazón es fan.
Y claro, mi propia historia está entrelazada en cada línea. Mis personajes llevan algo de mí, de mis virtudes y, sin duda, también de mis defectos. Escribir es mi manera de relatar lo que conozco en carne viva. He pasado por mis propios inviernos: momentos de dolor, decepciones, y de esas dudas que te desnudan ante el espejo. Pero me gusta pensar que la resiliencia es el gran regalo que la vida nos da para renovarnos. Mis personajes no son perfectos, y creo que eso los hace humanos; están ahí, enfrentándose a sus propios desafíos y encontrando, como nosotros, redención, amor y pequeños momentos de paz.
Finalmente, me inspiran las personas, las historias que escucho o incluso los gestos que observo en silencio. A veces no hace falta que hablen: en la forma en que miran, en el temblor de sus manos o el brillo de sus ojos, veo cicatrices hermosas. Me encanta observar, entender y dejar que esas historias ajenas me lleven a mundos increíbles que después plasmo en las páginas.
Cada inspiración es como un pedacito de invierno, una chispa de vida que da aliento a Hijos del Invierno.
Miro por la ventana del estudio mientras doy un sorbo de mi té y sonrío con nostalgia. Esta pregunta, aunque parezca sencilla, siempre me lleva a reflexionar sobre mis raíces.
¿De dónde eres?
—Soy mexicana —respondo con una sonrisa cálida—. Crecí en una familia sumamente unida, y eso es una de las bendiciones más grandes de mi vida. Mis padres me enseñaron desde muy pequeña algo que considero invaluable: la libertad de tener mis propias ideas. Nunca me impusieron qué debía pensar o cómo debía ver el mundo. Me dejaron ser, y eso es un regalo extraordinario que sigo atesorando.
Mis papás tienen una apertura increíble hacia el mundo. Mi papá, especialmente, es un explorador incansable. Le encanta conocer culturas y tradiciones, algo que desde muy pequeños compartió con mi hermano y conmigo. ¡Hasta recuerdo ese enorme atlas que tenía! Se ponía a contarnos sobre cada país, sus capitales y datos curiosos con una pasión contagiosa. Desde entonces, supe que quería ver el mundo, no solo en mapas, sino en carne y hueso.
Mi madre es la mujer más perseverante que conozco; su entrega es una fuerza que me impulsó siempre a no abandonar mis sueños. Gracias a esa mezcla de curiosidad de mi papá y la fortaleza de mi mamá, he tenido la suerte de viajar y conocer diferentes países, algo que me ha dejado huellas profundas. Me fascina cómo cada cultura tiene algo invaluable que ofrecer, algo que podemos integrar a nuestro propio ser.
Recientemente tuve la oportunidad de hacer una maestría en el extranjero. Y aunque conseguirlo fue todo un invierno personal (esa historia se las cuento otro día), esa experiencia reafirmó mi amor por la interculturalidad. Ahora vivo en una ciudad multicultural donde veo cada día cómo personas de diferentes orígenes celebran su herencia en armonía y respeto. Esa convivencia me ha hecho pensar en lo mucho que compartimos a nivel humano, sin importar de dónde venimos.
Y sí, creo que ya me desvié un poco —me río—, pero esto se los cuento porque es el corazón de Hijos del Invierno. Cada personaje trae consigo una herencia cultural única en este universo global, y todos pasan por inviernos que nos conectan en una humanidad común. En cada uno de ellos está un pedazo de lo que más amo: nuestra capacidad de enfrentar el dolor y encontrar fuerza en la esperanza, en el amor y en la justicia que todos llevamos en lo más profundo.
Río un poco antes de responder, porque esta pregunta me trae recuerdos de los comentarios que he recibido a lo largo de los años.
A parte de escribir la saga ¿A qué te dedicas?
—A ver, en el mundo profesional algunos me ven como un “unicornio” —digo con una sonrisa—. La verdad es que soy una mezcla poco común, o quizá una especie de fusión única que, sorprendentemente, funciona. Mi formación comenzó en la comunicación visual; estudié en una escuela de arte y, honestamente, siempre he sentido esa necesidad de expresarme a través de lo visual, de contar historias con imágenes y pinceladas. Es algo que intento también reflejar en Hijos del Invierno. Después me adentré en el mundo de la arquitectura, siguiendo siempre esa inclinación artística, aunque lo que verdaderamente me marcó en esa etapa fue descubrir mi deseo de luchar por la justicia social.
Ahí fue donde mi camino dio un giro hacia el urbanismo. Mi meta era clara: contribuir a construir ciudades que ofrezcan bienestar a todos, espacios que no solo sean bonitos, sino justos y accesibles. Mi camino me llevó a especializarme en desarrollo internacional, y más concretamente, en temas de equidad urbana y vivienda asequible. De hecho, mi maestría fue en planeación urbana, que básicamente es la gestión y el diseño de ciudades para hacerlas más inclusivas y funcionales.
Hoy trabajo como analista de datos urbanos en una organización enfocada en la revitalización del centro de la ciudad donde vivo. Imagínate una especie de arquitecta-diseñadora-planificadora, que a su vez analiza datos para darle vida a los lugares y hacer que las personas se sientan acogidas en su entorno —me río porque esto no es sólo curioso, sino como una quimera amorfa— Así que toda esta combinación de experiencias y perspectivas termina impregnándose en la saga. Hijos del Invierno es principalmente una historia de romance y la exploración de los inviernos personales de sus protagonistas, pero el trasfondo es una mezcla de intriga y de la lucha contra la injusticia social que tanto me apasiona.
Suspiro mientras recuerdo cómo empezó todo.
¿Qué te llevó a escribir Hijos del Invierno?
—Hijos del Invierno tiene sus raíces en una chispa que apareció cuando menos lo esperaba. Lo que me inspiró a escribir esta saga fue, en realidad, una simple frase, un preludio que ahora abre el primer libro, donde Emma es la protagonista. Estaba en esa etapa en que uno tiene tantas ideas pero todavía no encuentra la historia exacta que quiere contar. Sabía que quería escribir algo propio, y comencé a imaginar a Emma: una mujer que, a simple vista, parece perfecta, con esa belleza que algunos juzgan superficialmente, pero que en realidad esconde una fuerza y una magia únicas, algo que solo aquellos que miran más allá pueden percibir.
Recuerdo que estaba inmersa en estos pensamientos, cuando la frase apareció como si siempre hubiera estado ahí, esperando ser escrita. Dije en voz baja, casi como si la revelara para mí misma: “No había palabras para describirla. Era como capricho de medianoche, como flores en invierno… como dragón atrapado en mariposa.” Esa fue la frase, la chispa que dio vida a Emma, y de repente, todo comenzó a tomar forma.
Pero claro, Emma no estaba sola. Mientras más avanzaba, más se transformaba la historia, y lo que al principio era solo su relato se convirtió en algo más profundo y amplio. La historia se expandió, los personajes empezaron a llegar uno a uno, con sus propios “inviernos” y pasados, y en poco tiempo tenía a estos cuatro protagonistas. La historia, de alguna manera, me eligió a mí para contarla, y todo fluyó desde ese momento, casi como si Emma y los demás hubieran estado esperando que los descubriera. Les dejo también el link a la entrada del blog donde hablo un poco más sobre esto: https://sagahijosdelinviernoof.wordpress.com/2024/10/13/emma-la-chispa-que-encendio-todo/
Me recuesto en la silla, sonrío y doy un sorbo a mi té antes de responder.
¿Qué te inspiró a escribir?
—Esta es una gran pregunta —comienzo, mientras mis pensamientos viajan a esos momentos en los que descubrí mi pasión por la escritura.
—La verdad, lo que me llevó a escribir fueron las historias y los personajes de otros creadores que me atrapaban por completo —respondo, recordando esas horas de obsesión literaria. —Siempre he tenido esa facilidad para apasionarme y perderme en los mundos de otros. A veces, llegaba a imaginarme cómo sería si los protagonistas de esas historias se enfrentaran a diferentes desafíos, a esos otros mundos que yo también quería explorar.
Así fue como terminé incursionando en el fanfiction. Me enamoraba de la capacidad de esos autores para convertir momentos de dolor y lucha en algo tan profundamente humano, tan inolvidable. Esos instantes emocionales, donde la historia toma un giro que marca para siempre a los personajes, fueron los que me inspiraron a escribir. Yo quería crear algo con esa intensidad, con esos momentos que, aunque difíciles, nos tocan de forma única.
Sin embargo, mi primera pasión fue la poesía. Tengo un lugar especial en el corazón para Mario Benedetti; sus poemas son la mezcla perfecta de descaro y belleza, una honestidad descarnada que siempre me ha cautivado. Me recuerdo a mí misma escribiendo mis propios versos en los momentos más intensos de mi vida, tratando de capturar esas emociones que a veces parecen imposibles de poner en palabras. Creo que, al final, escribir se convirtió en mi forma de conectar, de entender y de rendir homenaje a esas experiencias y a esos autores que, sin saberlo, me empujaron a crear un mundo propio.
Sonrío y dejo que el silencio hable unos segundos antes de empezar.
¿Qué es lo que más te inspiró a escribir la historia?
—Creo que lo que más me empujó a escribir esta historia fue la certeza de que había algo especial en los mundos y personajes que imaginaba —comienzo, pensativa—. Al escribir, sentía que esos mundos tomaban vida de una forma tan real que no podía guardarlos solo para mí. Cada palabra, cada escena, me decía que este era un viaje que valía la pena compartir, porque no solo habla de romance o de misterio; es una historia que lleva un mensaje que todos necesitamos en algún momento: Ningún invierno es eterno.
Hago una pausa, recordando cuánto significa esto para mí, y continúo:
—Para mí, ‘Hijos del Invierno’ no es solo una serie de aventuras y emociones; es un recordatorio de que, aunque atravesemos los inviernos más oscuros, la primavera siempre está al alcance. Esa visión de transformación, de renacimiento tras las caídas, es algo que quería que cada lector pudiera sentir en lo más profundo de su corazón —. Una sonrisa más amplia se dibuja en mis labios — Lo que más me inspira y quiero lograr es que las personas conecten con los personajes y sus inviernos, y que se identifiquen y les dé esperanza de encontrar su propia primavera. Porque los inviernos emocionales, esas etapas de lucha y dolor, son algo que todos compartimos en algún momento. Al ver a los personajes atravesarlos y superarlos, con sus cicatrices y sus miedos, espero que los lectores encuentren en ellos un reflejo de su propia fortaleza y de que, siempre, siempre hay una primavera esperando.
Termino, emocionada, con una sonrisa cálida.
Me acomodo en la silla, cruzando las piernas y tomando un sorbo de té antes de responder.
¿Cómo se vería tu portada ideal?
—La portada… —suspiro, dejando que las palabras fluyan mientras visualizo lo que imagino—. Estoy trabajando en varias ideas, pero lo que tengo claro es que quiero algo minimalista y atemporal. Una portada en pasta que sea simple, limpia, y con esa elegancia que hace que un libro parezca un tesoro, como aquellos volúmenes antiguos que guardas y acaricias al leer.
Miro hacia la ventana, imaginando la imagen en mis manos y sonrío.
—Además, estoy considerando una cubierta adicional —explico, ya emocionada—. Me gustaría que mostrara alguna de las imágenes que he creado para los personajes. Así podríamos capturar la esencia de cada uno y de los inviernos emocionales que atraviesan, mostrando visualmente ese universo que he tratado de construir. Cada libro tendría en la portada a su protagonista: Emma, en el primero, por ejemplo. Me gusta la idea de que, al ver la portada, mis lectores puedan sentir una conexión directa con ellos, como si los invitaran a ser parte de su historia.
Me pierdo un momento en la idea, visualizando el libro en manos de alguien, y continúo:
—Esa mezcla entre lo clásico y lo visualmente evocador… Eso es lo que busco.
Río al leer la pregunta y tomo un momento para pensarlo, dejando que la creatividad fluya. Finalmente, sonrío y digo:
Tres emojis que definan la historia
—¡Esta pregunta me encanta! —muevo las manos, como si los emojis ya estuvieran frente a mí—. Si tuviera que definir la saga en tres emojis… creo que el primero sería un copo de nieve ❄️. Representa esos inviernos emocionales que atraviesan nuestros protagonistas, esos momentos fríos y oscuros donde todo parece paralizarse.
Me inclino un poco hacia adelante, dándole un toque de dramatismo.
—El segundo sería un corazón en llamas ❤️🔥, porque el romance en Hijos del Invierno es ardiente, apasionado, a veces incluso intenso. Esa llama que te abrasa y te consume, pero que te da vida.
Luego hago una pausa, meditando entre varias opciones, y añado:
—Y por último, un globo terráqueo 🌍, aunque quizás aún no estoy segura del todo —me río—. Este emoji representaría ese universo global, intercultural, donde las experiencias y las herencias culturales se entrelazan, mostrando que, al final, todos compartimos emociones similares sin importar de dónde venimos. Pero, quizás, un toque de misterio también iría bien aquí… ya saben, algo que nos mantenga en suspenso.
Me quedo pensativa, satisfecha con esta selección que, para mí, captura la esencia de la saga.
Tus reacciones mientras escribías
Mientras pienso en mis reacciones al escribir, no puedo evitar soltar una pequeña risa, y les digo:
—¡Mis reacciones son todo un espectáculo! —me recuesto en la silla y entrelazo las manos, como si estuviera rememorando cada momento frente a la pantalla—. Generalmente, estoy completamente absorta, con el rostro compungido y obsesionado mientras narro cada escena. Pero, ¡ay!, cuando desarrollo una escena de romance, me transformo por completo. Me convierto en una fan entusiasta, como una adolescente enamorada —suelto una risa divertida—. Si alguien me viera en ese momento, probablemente se reiría también.
Hago una pausa, como si de verdad estuviera allí, en ese estado de embeleso.
—Y luego están nuestros caballeros… cuando tienen algún gesto encantador o pícaro, ¡no puedo evitar derretirme! Me descubro sonriendo sola, suspirando con ellos. Por otro lado, cuando nuestras protagonistas, estas mujeres tan fuertes, se enfrentan a sus propios desafíos, me siento como una mamá orgullosa, dándoles un silencioso aplauso por sus decisiones. Pero, ojo, también tengo mis momentos de frustración —digo, poniendo los ojos en blanco con un toque de humor—. A veces quiero sacudir a mis personajes por los hombros y decirles “¡despierta!” —me río, imaginando el momento.
Vuelvo a ponerme seria, pero con una chispa de emoción en los ojos.
—Pero también hay escenas épicas donde la música y la danza toman el protagonismo. En esos momentos, me apasiono tanto que pongo la música a todo volumen, bailo, y me dejo llevar, como si yo misma estuviera ahí con ellos, viviendo cada paso, cada acorde.
La expresión se suaviza, y concluyo:
—Y sí, también lloro. Mucho. Cuando nuestros protagonistas atraviesan sus momentos más oscuros, siento su dolor de tal manera que me hago un ovillo y lloro con ellos. Yo sé que, si alguien me viera en esos momentos, pensaría que estoy un poco… esquizofrénica con todos estos cambios —suelto una carcajada, y luego los miro, dejando ver el cariño que siento por cada personaje—. Pero, al final, eso es lo que amo. Vivo esta historia de manera tan profunda que mi único deseo es que ustedes, Guardianes, puedan sentir cada latido de esta saga como yo lo hago.
Me acomodo con una sonrisa y un destello de emoción en los ojos, preparándome para responder cada pregunta rápida (una tradición que quiero iniciar para estas entrevistas) con un toque de picardía y sinceridad.
¿Lugar favorito para escribir?
—Mi sofá, frente a la chimenea. Me imagino enroscada bajo una manta, con mi computadora sobre el regazo… ahí es donde el mundo desaparece y empieza la magia.
¿Música o silencio al escribir?
—Depende de la escena —digo, sonriendo al recordar ciertos momentos—. Cuando necesito profundidad, el silencio es mi mejor aliado, pero en las escenas intensas, la música se convierte en el alma de las palabras. A veces hasta parece que la escena tiene su propio “soundtrack”.
¿Un personaje de tus propios libros con el que te irías de vacaciones?
Río, casi como si me estuviera imaginando ya esas vacaciones.
—Cada uno ofrece algo diferente: una galería de arte en silencio con Emma, un concierto de rock con Mileva, y una caminata por la playa con nuestro Faro de Invierno… pero tengo una debilidad por Emir. Imagino una tarde llena de ingenio y risas con él.
¿Un libro que siempre recomiendas?
—Aquí me inclino un poco fuera del romance —me inclino hacia adelante, casi conspirando—. El Quinto Acuerdo. Una sabiduría tolteca que me ha enseñado a vivir con flexibilidad y apertura. Creo que es un libro que todos deberían leer al menos una vez.
¿Café, té o chocolate caliente?
—¡Chocolate! —exclamo, con una sonrisa amplia—. Aunque he retomado el café, el chocolate, ya sea caliente o frío, siempre ha sido mi debilidad.
¿Una cita literaria que te inspire?
—“El camino va siempre, siempre hacia adelante” de Gandalf —digo, con una leve reverencia a Tolkien y El Señor de los Anillos. Es una frase que me recuerda que siempre hay algo más por vivir, incluso en los inviernos más fríos.
Película que puedes ver mil veces y no aburrirte
Me recuesto un poco, recordando mis maratones anuales.
—Todas mis sagas favoritas —río—. En otoño, El Señor de los Anillos es una cita obligada; en Navidad, Harry Potter, y en primavera, un maratón de Jane Austen. Son tradiciones que me acompañan cada año.
Si fueras un personaje de Hijos del Invierno, ¿quién serías?
—Esta es difícil —me detengo, pensativa—. No podría elegir, porque cada uno tiene un pedacito de mí. Así que creo que soy un poquito de todos.
¿Primera cosa que haces al despertar?
Me río al imaginarlo.
—¡Hacerme bolita en las cobijas! Soy de las que necesita un empujón para arrancar, créanme.
¿Algún ritual curioso antes de escribir?
Hago un gesto dramático, como si estuviera a punto de conectarme a una “Matrix” literaria.
—Conectar con la historia, revisar mis notas y encontrar la inspiración adecuada. Es como si me sintonizara con ese universo que estoy a punto de explorar.
Me acomodo una vez más en el sillón, sosteniendo la taza de té, y dejo que una sonrisa suave y genuina se asome mientras dirijo mis últimas palabras a ustedes, los Guardianes del Invierno.
—Gracias, de verdad, desde el fondo de mi corazón —susurro, sintiendo el peso de la gratitud en cada palabra—. Esta entrevista ha sido como abrirles una ventanita a mi mundo, a lo que llevo dentro, a los inviernos y primaveras que me inspiran día a día. Siento una emoción tan profunda al pensar que ustedes, mis queridos Guardianes, han podido acompañarme en cada respuesta, en cada revelación.
Levanto la vista, como si pudiera mirarlos a cada uno, conectando con aquellos que están ahí, al otro lado de las palabras.
—Espero que hayan disfrutado tanto como yo de este pequeño viaje, este vistazo al corazón de una autora que vive, sueña y respira cada detalle de esta saga. Ustedes ya forman parte de esta historia, y saber que me acompañan hace que todo cobre un nuevo significado. Así que gracias, por cada mensaje, cada apoyo y por ser parte de este universo de inviernos y resiliencia.
Tomo un último sorbo de té, una despedida cálida en silencio, dejando la promesa de muchos capítulos por venir. Me inclino hacia ustedes con una sonrisa y cierro con un susurro lleno de emoción:
—Hasta pronto, Guardianes.

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